Trastos, calamidades, cachivaches y palabrería
L´espai desert
sábado, febrero 24, 2007
miércoles, febrero 21, 2007
He aquí el amor
Jorge Eduardo Eielson
" He aquí el amor. Repito: He aquí el amor.
Pero mejor hablaremos de esta puerta.
Una puerta es una puerta a la que yo golpeo día y noche,
a la que yo golpeo día y noche, a la que yo golpeo día y noche.
Y aunque nadie responda,
y aunque nadie responda,
y aunque nadie responda,
el aire es el aire de todos los dias, las plantas son verdes como siempre, y el mismo cielo esférico me envuelve lunes, martes, miércoles,jueves, viernes, sábado y domingo.
¿Pero, qué puedo yo decir del amor?
¿Qué puedo yo decir del amor?
¿Qué puedo yo decir del amor?
En cambio, esta puerta es indudable; por ella entro y salgo día y noche hacia los verdes campos que me esperan, hacia el mismo cielo esférico y perenne.
¿Pero qué puedo yo decir del amor?
¿Qué puedo yo decir del amor?
¿qué puedo yo decir del amor?
Mejor sigo hablando de esta puerta. "
Publicado por Custardoy hora 7:36 a. m. 0 comentarios
domingo, febrero 04, 2007
De mil amores o amores definitivos
En el fondo, a mi lo que me descoloca y me trae por la calle de la amargura, es descubrir que un amor, el amor mas intenso que pudiera existir es capaz de desvanecerse con la facilidad con que lo hace una neblina mañanera. Descubrir esto, saber esto, tener esta certeza, me hace pensar que nada merece la pena si ese sentimiento, el mayor de los sentimientos es capaz de acabarse, que se me haya revelado como a tantos otros, que si viviéramos mil años estaríamos con toda seguridad hablando de mil amores pasados (que no es lo mismo que “estar de mil amores” con un solo amor, según el vulgo castellano), me desazona enormemente la facilidad con que olvidamos el primer amor y el segundo y el tercero y quizá el definitivo, (si es que existe tal amor) y si tengo que asumir que todo esto es “ley de vida” es algo normal y cotidiano, estaría en términos filosóficos, aceptando que no existe el amor supremo, ni siquiera el que nos ha de deparar la vida en una etapa el la que creemos que tal amor es el que nos da la supremacía sobre otros.
Tu puedes estar con tu pareja “de mil amores” y creer: (digo creer) que es la persona de tu vida y no es cierto, no podrá ser cierto, porque si esa persona desapareciera por diversas circunstancias, de seguro que encontrarías a otra que sería el amor “definitivo”.
El amor, el amar a otro es un estado tan sumamente efímero por lo que tiene de inestable por esas circunstancias de las que hablaba antes. Estamos sitiados en una guerra que no ganaremos nunca, acorralados por la ingenuidad de creer que amamos a la persona definitiva. La literatura universal habla constantemente de estas cosas y al mismo tiempo calla para no dar una solución que es tan sencilla como reveladora y al mismo tiempo inaceptable (porque lo que no aceptamos no lo queremos escuchar), conticuere omnes: callaron todos: es el inicio de la Eneida de Virgilio y yo no quiero ser el Eneas que rompe el silencio para seguir contando las calamidades de Troya, nuestras calamidades de esta cansada historia de pobres amantes engañados por pobres amantes engañados. Quizá me dirija a Dido que ya ha dejado de ser la bella reina de Cartago, enamorada de Eneas para decirle que todo amor es solo una idea, una quimera, y que quejarse de no saber esto, es ser mas duro que el mármol de mollera, (que no de Carrara) que diría Garcilaso: “voces de protesta. ¿quién es? Manoli: A ligar al reservado del bar”. Dante al igual que Petrarca, Garcilaso y los románticos, nos están diciendo con bellas imágenes que la ilusión siempre es superior a la concreción de esa ilusión, el sueño a la realidad material. Recordando a Bécquer. Tres tipos de mujer: la rubia que le brinda un tesoro de ternura, la morena ardiente que le promete mil placeres, y la que es “un sueño, un imposible”. ¿Con cual se queda?: Con el fantasma que no le puede amar porque no tiene realidad corpórea. Vano fantasma de sombra y luz. Esa contradicción entre el atractivo que ejerce lo conocido y aquello que no hemos podido alcanzar, se manifiesta en toda la literatura, y tu bien se sabe: lo prohibido, lo inaccesible, lo misterioso se ha convertido en uno de los temas recurrentes de toda la literatura amorosa, además de pretexto indispensable para la aventura en un sentido más amplio. Si yo estuviera en la caverna platónica estaría de “mil amores” y la psicología no me daría plazos para abandonarla: “Dos años es la media para abandonar el sentimiento de amar a otro”. Quiero decir que la bella Beatriz de Dante o la Hermosa Laura de Petrarca solo fueron ideas, pretextos poéticos, tan irreales como la Dulcinea de Don Quijote.
A la mayoría les parece patológico las conductas de quienes se mueven de esta manera; he leído por ahí: “En Psicología no se miran sólo los síntomas para diagnosticar una patología, sino que tiene que darse un supuesto más importante: que se dé una conducta que altere la capacidad de llevar una vida normal, sana, o feliz.” Y esas pautas, los parámetros estandarizados son las que marcan las conductas “sanas” en el desvivirse por el desamor y abandonarse a la tristeza. Nadie en su sano juicio se abandona al sufrimiento por un amor que ha acabado hace diez años, eso dirían los psicoanalistas.
De acuerdo.
Pero no olvidemos que eso responde a una tradición que no sólo se aplica al amor, sino a cualquier clase de conocimiento o experiencia. Y volviendo a la caverna platónica en la que lo que vemos es una realidad infinitamente más perfecta. Cualquier concreción de la idea, siempre adquirirá las taras de la materia. También el ser amado. Ya sé que todo esto está muy bien para recrear unas conductas que parecen poco ortodoxas, pero convendremos que, como en la fábula de Pigmalión y Galatea, el escultor da forma a una imagen de la que se acaba enamorando, y que terminará por cobrar vida, y al igual que Pigmalión se enamora de la escultura que él a creado, todo enamorado o enamorada, se enamora no tanto de la realidad de su pareja, como de la idea que ellos mismos han creado de la misma.
En definitiva, la palabra poesía viene de poiesis, creación. Y en ese sentido creo que el amor es una creación individual, lejos de otras connotaciones exteriores. Lo que hace triunfar a Orfeo sobre el mundo de los muertos no es su lira, sino el amor cantado hacia Eurídice, y también lo que le hace fracasar es no saber contener ese amor. Recordando la historia, Eurídice creo que fue mordida por una serpiente y como consecuencia de ello, muere. Orfeo consigue descender a la Mansión de los muertos para rescatarla, pero sus ansias amorosas le impiden cumplir el compromiso: no mirar hacia atrás hasta estar en el reino de los vivos. Cuando Orfeo se vuelve para contemplar a su amada, la pierde para siempre. Amor y muerte otra vez unidos como en el Decamerón: los diez jóvenes luchan contra la peste que asola Florencia, con galanterías y contando historias entre las cuales las amorosas cobran especial protagonismo. Algo así como lo que hacemos los escritores: tratar de luchar contra la muerte contando historias y quizá los enamorados o los amantes tratan que el amor que sienten por otra persona no se agote por lo mismo. “los muertos, los que no están, no pueden sentir nuestras caricias”, ¿uno dejaría de escribir si no le leyeran?, yo no estaría tan seguro. Desperdiciar el amor suena también a desperdiciar las palabras si no existen destinatarios y escribimos o amamos porque tenemos la mínima certeza de que alguno habrá, por lo que presumo que no damos la misma importancia a “quien” sea el destinatario, sino a que efectivamente lo halla. Por lo demás, y siendo así, el narcisismo corresponde siempre a quien escribe o en este caso a quien ama. “desperdiciar el amor nunca me ha gustado”: eso escuche a alguien, que viene a ser como decir: desperdiciar mis palabras sin que estas sean leídas, no es plato de buen gusto, siempre es preferible que me lea un solo lector a ninguno. Si aplicamos esto al amor, podría decirse: que amamos a quien nos corresponde, nunca a quien no lo hace y sonaría un tanto egoísta e irreal. Ya sé que algunos estaréis poniendo cara de estupefacción leyendo estos anacronismos que se me van creciendo demasiado, y lo más seguro es que penséis que soy un descerebrado que dice cosas ilógicas, pero me da que pensar, que el egoísta es el amor mismo, que solo busca quien le reconforte y le da igual, que sea quien sea, con tal de acomodarse dulcemente y cuando las cosas van mal o se tuercen o desaparece por diversas circunstancias la persona amada, este se busca a otro u otra, sin rascarse mucho las vestiduras de mil amores.
También de mil amores planto esta parrafada en este lugar a ver si nos crecen azaleas de controversia.
Publicado por Custardoy hora 11:54 a. m. 1 comentarios
Etiquetas: textos
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