Trastos, calamidades, cachivaches y palabrería

L´espai desert

lunes, enero 22, 2007

No hay más café

Lunes, hora de la siesta. Me aferró a un café hirviendo y lo cojo con las manos como una pócima milagrosa y tibia. Me tomo el café como si fuera un cuenco prehistórico, lo empuño, lo aprisiono, lo atrapo como un avaro que quisiera no dejarle escapar, me calienta las manos y se convierte en algo palpitante con vida propia. un brebaje mágico que me ayuda a desaparecer, prestidigitador de lunes pongo un pañuelo encima del café y desaparezco con él. Como los ilusionistas de cabaret me pierdo en las teclas para decir sentenciosas verdades que nada tienen de verdades ni de sentenciosas. Hay días en que el ilusionista no está en forma, se encuentra opaco, se queda en el sitio y deja pasar la luz del mundo por la pantalla de una forma indolente y apática. Me aferro al café como balsa de salvamento y dejo pasar la prosa, modulación que toma el lenguaje al pasar desde el café a mis manos, como la curva que adopta el agua en una jarra, voy echando borrones. El caso es que no estoy trasparente y debería optar por irme de compras u hacer recados, pero escribir sin trasparencia no es escribir. Empeñarse en describir el mundo cuando es el mundo el que se describe solo es un suicidio. El mundo se describe solo, no hay más que ver funcionar los teletipos, los fax de ahora. No hay más que pasar de vez en cuando y arrancar la hoja. Así que estoy aquí entretenido en una labor inútil con el café en las manos y ya no queda café, no hay más café. Me voy de compras.

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