Cinco días
¿Cinco días?
- Si. Solo cinco días
las vacaciones en Lisboa están a punto de terminarse y solo tienes cinco días para elegir lo que quieres hacer.
El, la miraba con humilde objetividad, como miran los entomólogos las libélulas y los caballitos del diablo que se posan en las plantas y eucaliptos del camping.
- Cinco días para hacer lo que mas deseas, como si la vida en la tierra estuviera a punto de terminarse, como si no volviéramos a Estoril nunca mas.
El, no lo dudo
- pasarme los cinco días contigo, le dijo, capturándola entre sus brazos, en una cama como esta, en una cama hecha de flores.
Yolanda se dejo abrazar, había en sus ojos una expresión de perplejidad y de burla, como si estuviera preguntándose quien podía ser la persona que a esas horas de la tarde estaba en el dormitorio con ella.
- no. Eso no vale, yo te estoy proponiendo un tema bien serio y tu te dedicas a sabotearlo.
Se separo de el, con un leve gesto de fastidio.
- que no, te lo juro, es justo eso lo que me gustaría hacer.
A demás, nada de lo que sucede en una cama es real.
El, la miro alarmado. La había perseguido sin éxito a lo largo de las vacaciones por Sintra, por Estoril, hasta en la boca del infierno, y solo hacia doce horas que Yolanda había accedido a acostarse con el, aun mas fue ella quien tomo la iniciativa.
Llamaron a la puerta y al abrirla, estaba allí, con una botella de vino y una extraña sonrisa de culpabilidad y desafío en los labios, como si acabara de cometer un crimen y se muriera de ganas por contárselo a alguien.
Ella le abrazo, y comenzó a besarle.
- No, de verdad, no se trata de ti, sino que siempre es así, por muy bien que halla resultado. Nada de lo que las mujeres y los hombres hacen cuando se acuestan juntos tiene que ver con lo que son y hacen en sus vidas normales. Por eso surgen tantos problemas. ningún cambio hay entre lo que sucede en una cama y la realidad.
Estaba en la puerta del dormitorio y se dispuso a salir.
- Esas flores de las que hablas solo existen en tu imaginación. Lo que sucede en la cama es lo que no podemos obtener de la vida y mas vale renunciar a ello con el desayuno, cuando lo dejamos atrás.
El, la vio abandonar cansinamente el cuarto, se acordó de una noticia que había leído días atrás, un ladrón que se colaba en las casas aprovechando las ventanas abiertas por el calor, y que con sumo cuidado se metía en las camas de las mujeres que dormían solas, sin despertarlas, sin hacerlas nada, solo por el gusto de sentir esa proximidad palpitante, el ritmo de su respiración y su inconsciencia.
Pensó que le gustaría parecerse a el, aun mas, que esa casa de madera, tan frágil, fuera la de Yolanda y poder visitarla a escondidas cuando se le antojara, sin la necesidad de contar con el permiso de los que con ella habitaban, ni el suyo propio.
Fue a la pequeña cocina y la halló tomándose un café,
- ¿ya lo has pensado? – insistió ella.
Tubo ganas de decirla lo de la casa, y que todo lo que haría, seria, pasarse las noches espiando sus sueños, pero cambio de opinión por que no quería que se diera importancia.
- no creo que hiciera gran cosa – improviso sobre la marcha – algo relacionado con la rememoración : volver a ver un lugar que me hubiera gustado y buscar la compañía de algunas personas.
- Ya, - le interrumpió Yolanda - ¿pero cuales?
- Bueno, teniendo en cuenta que tu no me aceptas a tu lado, me iría a casa de mi madre y me pasaría esos días con ella, hace años que no la hago mucho caso.
El, percibió la mirada emocionante de Yolanda...
- eso – continuó – y leer, no llevaría muchos libros, solo dos o tres, cinco días no dan para mas, ¿quieres saber cuales?.
Yolanda insistió con una expresión de interés.
- Memorias de África, Desayuno en Tyffany´s ... Holly, su protagonista femenina se parece mucho a ti.
El rostro de Yolanda resplandecía, mientras llevaba al fregadero la copa sucia y sus movimientos eran serenos como los de los pájaros.
De hecho, parecía a punto de echarse a volar. Las ventanas estaban abiertas y ella se echaría a volar y saldría volando por una de ellas hacía un país incógnito del que no regresaría nunca.
Estaba claro que se pasaría la semana entera pensando en ella.
- ¿sabes lo que decía Pessoa? – le dijo el
- que no hay que cuidar a los seres salvajes, se aprovechan de tu fuerza y luego se alejan de ti llevándoselo todo con ellos.
Yolanda vivía ahora en una casa de madera en Lisboa, la había conocido en Estoríl en un puesto de helados, frente a la playa, al poco tiempo de llegar, Yolanda se había torcido un tobillo y al acudir a ayudarla ella le había pedido que no la llevara a su casa.
- ¡no, a mi casa no, por favor llévame a la tuya!...
y la había estado atendiendo hasta que volvió a caminar.
- ¿y tu? – le pregunto –
- ¿yo?
- Si, ¿qué harías tu si este fuera tu ultimo día, o tus últimos cinco días, si se acabara el mundo, que harías tu una semana previa a la destrucción?.
- Mi fin del mundo ya ha tenido lugar – le contesto Yolanda con una expresión de repentino dolor. Y le dio un beso de despedida.
- No te olvides de cortar el gas...
El oyó el ruido de la puerta al cerrarse, se acordó de lo que Yolanda le había dicho la primera noche que habían estado juntos, abrazados en su cama de flores...
- Nadie habla de las enfermedades del alma, pero puedo asegurarte que son las mas terribles de todas.Supo entonces, que cuando llegara el anuncio del fin tan temido, no se movería de aquella casa, no visitaría a nadie, se quedaría sin pensar, sin esperar nada, pues todo lo que habría deseado hacer en ese tiempo aplazado ya había tenido lugar y no volvería a repetirse.
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