Madrid sin mar
Hoy no sé si existo.
Es algo que me planteo muchas veces y sólo escribiendo sé que existo un poco. Sobre todo cuando escribo a alguien. Cuando aparezco de no se sabe donde con estas patas de mosca que son las letras. Trazos ordenados como gritos en la noche y que esperan oír un eco.
¿Sabías que las letras se oyen?
No me refiero al traqueteo del teclado, claro. Me refiero al sonido de las palabras que no se dicen sino que se piensan. Las palabras se piensan, por eso existen. Como la palabra Mar, como el Mar que no tiene Madrid, como Madrid que no tiene mar. El mar es importante en Madrid, es importante Madrid sin mar, es donde más se piensa en él. Las cosas no son importantes porque existan, son importantes si se piensa en ellas, como yo he pensado en ti está noche, por eso existe el mar porque piensas en él. Mi madre lo dice siempre, que existimos porque alguien piensa en nosotros y no al revés. Pero también existe el silencio, que es un intervalo entre las palabras, entre las palabras escritas también. Tengo un amigo que se dedica a coleccionar silencios. Es su trabajo, un trabajo extraño pero es real, es montador de televisión, su tarea consiste en preparar las cintas grabadas para su emisión. Él debe revisarlas, y hacer cortes para evitar las pausas innecesarias. Pero no tira esos trozos, los guarda en una caja con el propósito de llegar a unirlos algún día y lograr una cinta en que lo único que se oiga sea el silencio.
Hoy cualquiera puede hablar y escribir de lo que quiera, todo el mundo habla y habla sin parar. Yo no sé si esto quiere decir que las palabras están más valoradas que nunca, que lo que se diga con la palabra es importante porque se dicen, como es importante el mar en Madrid porque se piensa. Pero yo creo que más bien sucede lo contrario y pocas veces las palabras y las ideas han valido menos. Quizá para existir tendría que dejar de escribir y leer lo que otros me escriben o a lo mejor el antídoto sea coleccionar silencios, o hablar en susurros, como alguien que guardara algo valioso atento a las voces escondidas que nacen de él. Pero me da miedo el silencio porque solo me oigo a mi mismo, me da miedo el mar sin Madrid y Madrid sin el mar. Oír las olas de mi pensamiento y pensar que existo para que pienses en mi,
¿o era al revés?.
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