Lo intangible
Hoy ha sido un día extraño, de los más extraños que he vivido, un día fuera de lo común. Extraño y excepcional.
Extraño porque hoy me he dado cuenta que no puedo escribir lo intangible, excepcional porque es la primera vez que lo intangible, lo impalpable, lo imperceptible ha estado a mi alcance y no he podido tomarlo o no he sabido. Las nubes son intangibles, la huella que deja un pájaro en el aire es intangible, la espuma de la cresta de las olas es intangible y al mismo tiempo, todos ellos son inasibles e inalcanzables. Hoy lo imaginado ha suplantado a lo real, ha eclipsado lo memorable.
Hoy tan solo dos horas han bastado para destronar al resto de las horas, de los días, de los años. Once años han pasado vertiginosamente en dos horas y estoy exhausto, extenuado, desfallecido. Y sin embargo no ha bastado solo la memoria, pues en mi biografía como la de cualquier hombre es tan importante lo que sucedió como lo que no llegó a ocurrir nunca, o lo hizo de una forma desviada y extraña, qué pasó desapercibida para los demás; tal vez incluso para mi mismo. Hay algo que indaga en ese basto territorio de lo increado. Es la memoria de lo que no sucedió nunca pero que debió suceder. Es un acto de rebeldía frente a esa realidad cotidiana que nos impone una manera de vivir y comportarnos que nada o casi nada tiene que ver con lo que de verdad somos o deseamos.
Hoy lo intangible ha venido a visitarme como ese enmascarado que en los relatos de aventuras abandona el ámbito de la seguridad de la casa y se escapa aprovechando la noche por los tejados. Nos promete el mundo de las ventanas iluminadas, de los tesoros que brillan en la oscuridad, de los amores prohibidos. Todo lo que sin duda merecimos pero no llegamos a tener. Hoy lo intangible, lo imaginado está más lleno de sentido común que nunca. Hacer que la realidad vuelva a ser deseable y que los deseos se hagan reales. Hoy he comprendido que eso que llamamos lo real no puede existir sin el anhelo de lo verdadero.
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