Los papeles
A: A ver, caballero, la documentación del coche y el permiso de conducir, por favor.
B: Huy, no tengo.
A: ¿Y eso?
B: Estoy en contra del asesinato de árboles para la obtención de papel. Antes lo llevaba todo en un diskette, pero como ahora los ordenadores vienen sin disquetera, pues ya ni eso.
A: Pero, hombre, hay memorias de esas que van en llaveros.
B: También estoy en contra de los llaveros. Es por mi religión, ¿sabe? Es una secta de estas destructivas. Consideramos que los llaveros sujetan el alma a lo terrenal. Lo malo es que acabo con las llaves repartidas por todos los bolsillos. Y es que todo tiene su parte buena, pero también su parte mala. Incluso las sectas destructivas.
A: Bueno, creo que puede pasar. De todas formas, usted iba mirando el móvil mientras conducía.
B: Mirando el...
A: Sí, lo tiene ahí, en el asiento de al lado, y he visto claramente cómo le echaba un vistazo.
B: Ah, sí, por la hora. Es que no llevo otro reloj.
A: Bueno, pues no se puede mirar el móvil mientras se conduce.
B: ¿No?
A: Claro que no. ¿No ve que es peligroso desviar la atención de la carretera? ¿Que podría haber causado algún accidente y matado a alguien o, peor, causado desperfectos materiales en uno o más vehículos?
B: Cielos, tiene usted razón. Haga el favor de multarme, que soy un imbécil incapaz de aprender de otra forma.
A: Como todos. Trescientos euracos. Cuatrocientos cincuenta si paga antes de quince días.
B: ¿Pero no suele haber descuento por pronto pago?
A: Eso era antes. Ahora preferimos la tranquilidad al dinero.
B: Bien pensado.
A: Por cierto, tiene el parabrisas rajado de arriba abajo.
B: Ah, sí, es que acabo de atropellar a una anciana y la muy imbécil ha embestido el cristal, en lugar de pasar por debajo del coche, como todo el mundo.
A: Es que los hay tontos del culo. Pero no puede conducir así...
B: Sí que puedo. Es el cristal, no el volante. De todas formas, ahora lo llevo al párking. Comprenda que esto me acaba de pasar ahora mismo. Mire, traigo los papeles del seguro. Fíjese. Papeles. Otro árbol muerto por culpa de esa vieja.
A: Bueno, bueno, si acaba de ocurrir, también puedo pasar lo del cristal.
B: Menos mal que la anciana estaba asegurada. La culpa ha sido suya, por querer cruzar la calle con la vana excusa de que vivía al otro lado. ¿Y para qué cruzó la calzada la primera vez, si su casa no estaba allí?
A: Si es que van como locos.
B: Ya le digo. Mucho quejarse de los coches, pero al hospital ha ido en ambulancia, la tía hipócrita. Lo peor es que mañana tendré que ir al trabajo en autobús, como los pobres.
A: Es una vergüenza. ¿No tiene otro coche?
B: Sí, pero da la casualidad de que está en el taller. Es que no me come nada.
A: Una infección.
B: Parece. Probablemente anginas. Igual hay que extirpar.
A: Ahora recomiendan no sacarlas.
B: Fíese usted de los mecánicos. A mí me las quitaron de niño y bien sano que estoy, dejando aparte las migrañas, el asma, la bronquitis crónica, la calvicie, la ceguera de un ojo y el cáncer que me está devorando por dentro.
A: ¿Ha dicho ceguera de un ojo?
B: Sí, pero conduzco con el otro.
A: Ah, menos mal. Disculpe la desconfianza, pero es que nunca se sabe.
B: Sí, a veces sí. Un ejemplo: ¿cuál es la capital de Italia?
A: Roma.
B: ¿Ve como a veces se sabe?
A: Pues tiene usted razón.
B: Y ahora, si me disculpa, tengo que buscar aparcamiento y pagar una multa.
A: Qué mal me sabe haberle multado, con esos rizos negros tan bonitos que tiene.
B: No le sepa mal. Doy asco del dinero que tengo.
A: No, da asco porque apesta a sudor. Lo del dinero no se nota a simple vista .
B: ¿No? ¿No ve cómo me rebosan los bolsillos de monedas y billetes?
A: Sí, pero hay que fijarse.
B: No me gusta la ostentación. Tenga mil euritos, invítese a algo a mi salud.
A: Gracias, caballero, pase un buen día.
B: Y usted, muérase.
A: Hasta el jueves no me toca.
B: ¿Quién no le toca?
A: ¿No cree que esta conversación se está alargando demasiado?
B: Pues sí, especialmente teniendo en cuenta que voy en bici.
A: Cielos, qué despiste. Y eso que tengo fama de observador. De todas formas, le diré que es normal que no me haya dado cuenta: no soy guardia urbano, soy el revisor del tren. Me falta experiencia en lo que se refiere a los automóviles.
B: ¿Estamos en un tren?
A: Es posible, pero como esta conversación se está alargando demasiado, prefiero no responder.
El tren se aleja en el horizonte mientras el sol se pone. Se pone morado de pan con queso. Luego con la sed, pasa mala noche, todo el rato levantándose a llenar el vaso de agua y luego al lavabo, si es que pareces un niño pequeño, ¿no te he dicho que era demasiado queso con este calor?.
Cortesía de Jaime
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