Trastos, calamidades, cachivaches y palabrería

L´espai desert

viernes, mayo 19, 2006

Metáforas venenosas


Emmánuel Lizcano, matemático, filósofo, sociólogo y otras cosas que no me sé, es uno de nuestros intelectuales más brillantes y específicos (no especial, específico: traduzcan).

Fue uno de los primeros (aquí se habla del mundo, jefe) que empezaron a estudiar la ideología oculta en nuestras matemáticas y a comparar con otras matemáticas, como el álgebra de la antigua China. El producto fue un libro de referencia bastante universal titulado ‘Imaginario colectivo y creación matemática’ (Gedisa, 1993). Lo del Imaginario le ha traído de acá para allá desde entonces, como demuestra el libro compilatorio que ahora publica: ‘Metáforas que nos piensan. Sobre ciencia, democracia y otras poderosas ficciones’ (Ediciones Bajo Cero/Traficantes de Sueños).
Pues de eso va, que uno se cree que utiliza metáforas y resulta que son las metáforas las que le utilizan a uno. Qué más se puede pedir para echarse a temblar en cuanto se abre la boca. No digamos en estos tiempos de diálogo para todo.
Aparte, es colega de la
ECH y de él extraje la ex profesión de mi protagonista en ‘Un amor pequeño’ (Anagrama), aquel especialista en «matemáticas salvajes» o, dicho finamente, etnomatemático. Ya ves.
Pues por lo del diálogo y por los tiempos que corren, traigo aquí a colación un párrafo de Lizcano, que ustedes desarmarán y puntualizarán con la agudeza que ya es consuetudinaria en este blog:
«Aquél a quien se con-venza nunca será un a-cordado sino un vencido, por mucho `con´ que le pongamos. Será alguien a quien hayamos dejado ya sin razones y que así, desvalido, accederá a con-venir con el resto con el mismo rostro de abatimiento con que se entrega el derrotado. ¿Es casualidad que el régimen político racional por excelencia, la democracia, se muestra en todo su esplendor cuando unas elecciones se `ganan´ por mayoría `aplastante´ o, como también se dice, por `abrumadora´ mayoría? El `acuerdo´ democrático, como el `acuerdo´ racional, sólo son posibles cuando alguien queda aplastado o abrumado. Y es que, propiamente, no son acuerdos sino victorias bélicas enmascaradas. A a-cuerdos (del latín cor, cordis: corazón) sólo puede llegarse, literalmente, con el corazón, no con una razón concebida para `esgrimir´ verdades. Por eso el acuerdo sólo es posible con-versando. Y conversar es muy distinto de —si no opuesto a- convencer. En la conversación las razones se conjugan con los sentimientos y los deseos, mientras que en la convicción las primeras abaten a los segundos...».


Puedes bajarte entero el libro de Enmánuel Lizcano,
'Metáforas que nos piensan', gracias a Creative Commons.

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