Trastos, calamidades, cachivaches y palabrería

L´espai desert

miércoles, mayo 16, 2007

Descripción de la vergüenza


El pasado 7 de Mayo más de 18 mil personas se congregaron en el Zócalo de Ciudad de México para ser fotografiados por el estadounidense Spencer Tunick. (foto eltiempo.com)
Debemos a Sartre una patética descripción de la vergüenza. La presencia de la mirada ajena, aniquiladora y necesaria, aparece dramáticamente en muchos lugares de su obra.


«En el Instituto de La Rochélle, el prójimo apareció con toda su dureza. No sabía qué hacer para conseguir integrar- me con los chicos de mi edad. Descubrí de nuevo mi fealdad a través del Otro. Cuando ya era viejo y la memoria me fallaba por la arterioesclerosis y el whisky, aún recordaba el desprecio con que una niña a la que pretendía me insultó delante de mis camaradas, diciéndome: "Feo, ceporro, con gafas y con gorro."
Estoy escribiendo, me rodea el aire enrarecido del Flore. Veo el perfil del Castor, intemporal y hermoso. Un camarero se mueve con indolencia, representando a la perfección
su papel de camarero aburrido. Mi mundo está en calma, pero de repente su estabilidad se pudre. El Castor me ha mirado y yo veo su mirada, la misteriosa esquivez de los ojos. Todo es ahora diferente porque me he perdido y ya no estoy sentado en esta silla dura, escribiendo sobre la mesa de mármol, ni estoy tampoco en las paredes de color incierto, ni en la taza de café, ni en mis pensamientos siquiera, sino en el fondo de la mirada que me mira y que guarda mi secreto. ¿Cómo seré para esa mirada? Toda mi atención deriva hacia ella y en ella se hunde como en un sumidero. La realidad no está ya aplomada, sino desviada por un clinamen. He dejado de ser para-mí. Ahora soy para-otro. Vivo en un mundo que se derrama hacia el otro como desangrado por una hemorragia interna.
Ésta es la fractura radical. La realidad humana tiene dos modos de existencia: el ser-para-sí y el ser-para-el-otro. El prójimo aparece por principio como aquel que me mira. Su aparición entre los objetos de mi universo tiene un efecto desintegrador. Los seres han perdido la tranquila consistencia que tenían. Mi conciencia resbala ahora sobre ellos, sin detenerse, sumisa a la atracción de la mirada ajena. Percibo un descentramiento de mi mundo. Continúo siendo su eje, pero estoy desalojado, fuera de mí, tomado en rehén por el otro. Me capto como vergüenza, me avergüenzo de mí, descubro así un aspecto de mi ser hasta ahora secreto. Mi caída original es la existencia del otro. Los otros son mi infierno.» (Sartre)

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