Balzac, Bovary y tarjetas de crédito
En Las ilusiones perdidas y en La piel de zapa de Balzac, la prensa moderna aparece por primera vez como una nueva forma de conspiración, «una conspiración alegre y sin peligro aparente», la llama Benjamín. En nuestros días, el sociólogo norteamericano Mills hablaría del producto final de esa conspiración sonriente de prensa y mercancía y lo llamaría el «robot alegre». Pero para el siglo XIX que nos describe Walter Benjamín, la novedad no provoca un sentimiento de adormecimiento, sino de liberación. Aún lo produce, pero aún somos robots, que aceptamos alegremente nuestra cómoda esclavitud. Para el ciudadano emancipado y en ascenso del siglo XIX, para Rastignac en París, para Pipe en Londres, la transformación de la mercancía en diversión era un hecho revolucionario y liberador. Madame Bovary cierra el círculo del optimismo mercantil. Emma Bovary es una mujer que necesita tener más y más para creer que es más y más. Imaginemos, sin embargo, a Emma Bovary provista, de una tarjeta de crédito American Express. Su apetito por las cosas no hubiera sido menor que en la Francia provinciana, del siglo pasado. Sus deudas tampoco. Acaso su destino hubiera sido distinto. Pero la literatura se adelanta siempre a la historia para decirnos que lo que parece un destino diferente es, a veces, sólo un destino aplazado. Una buena mañana, armado de valor y decisión, el marido de Emma, el doctor Bovary le retira a su mujer la tarjeta de crédito. Es decir, la devuelve al siglo XIX, la entrega en manos de los prestamistas y abigeos sin escrúpulos, y el destino literario —a pesar de todo— se cumple. Drama universal y permanente el de la heroína de Flaubert, es el drama de una falsa percepción, de un divorcio de la identificación psíquica, y la realidad objetiva.
El precio para colmar esa distancia se llama cosas, objetos, mercancías para atiborrar el mundo con lo nuestro. Pero el mundo, misteriosamente, devora nuestras cosas y vuelve a presentarse una y otra vez como un vacío. Entonces tenemos que atiborrarnos nosotros mismos de algo que nadie puede quitarnos; la mercancía invisible —la muerte— provocada por la mercancía indigerible y, por ello, entrañable —el veneno—. Tal es el destino de Madame Bovary.
El precio para colmar esa distancia se llama cosas, objetos, mercancías para atiborrar el mundo con lo nuestro. Pero el mundo, misteriosamente, devora nuestras cosas y vuelve a presentarse una y otra vez como un vacío. Entonces tenemos que atiborrarnos nosotros mismos de algo que nadie puede quitarnos; la mercancía invisible —la muerte— provocada por la mercancía indigerible y, por ello, entrañable —el veneno—. Tal es el destino de Madame Bovary.
1 comentario:
"Listen Custardoy:the Revolution in Cuba" ;)
[Sólo un lapsus]
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