Mujer contra mujer
Con el mundo de Lesbos y Safo algo ocurre en esta sociedad para que esas “sutilezas” permanezcan escondidas, sobreentendidas y entre visillos.
Amigos homosexuales veo que avanzan en el reconocimiento de sus legitimas preferencias, pero las lesbianas continúan en buena medida cubriéndose la cabeza con un chador. No tengo respuestas, y sí un cerro de preguntas. Casi todas las mujeres heterosexuales que conozco se complacen con el trato y amistad de homosexuales, no conozco el caso contrario, es más ese planteamiento que me hago ahora ni siquiera se lo plantea nadie así de sopetón. Será el miedo atávico-judeo cristiano a caer en brazos del propio sexo. No lo sé, ni acabo de entenderlo, por cuanto los estudios sociológicos te explican que, muy por encima de los varones con lo suyo, las adolescentes tienen aproximaciones lésbicas y juguetean con la entrega y la ternura de su mismo sexo.
Puede, que resulte mejor que vosotras permanezcáis en cierta penumbra; siempre es beneficioso resultar un poco intrigante. Lesbos no es una isla Griega: es el resultado de otro planeta cuyos recovecos y secretos permanecen vedados a los varones. Mal que bien, el homosexual se está integrando, hace “rato”que ha prescindido de la simulación y se sienta en la mesa de los consejos de ministros. Las lesbianas son los nuevos judíos: están ahí, pero procuran pasar desapercibidas. Mis congéneres sexuales hasta pueden desear un travestido o un transexual, pero se ponen de los nervios ante una mujer lesbiana, liberada de mitos fálicos. Es más: el hombre cultivado, inteligente, culto y liberal, acepta los devaneos de su mujer, su compañera, su esposa con otros varones, o su huída en brazos de un galán competidor. Hasta es posible que lo asuma con la elegancia que se espera del caballero que no alcanza la victoria en un deporte. Pero que tu mujer se vaya con otra, se enamore de otra, eso no, eso jamás. El ego masculino queda extrañamente triturado y no existe peor dolor que el que no se comprende. Vosotras entendéis otras maneras de reclinar el afecto y hasta la pasión; el hombre puede convivir con la homosexualidad porque a la postre todo queda en casa, y una sexualidad dominante y totalizadora queda preservada; pero el amor entre mujeres del que siempre se sospecha ominosamente doblado de feminismo puro y duro, se percibe como una absoluta exclusión, zona prohibida al mundo de los machos incluso para curiosear, amenaza latente, territorio desconocido poblado de acechanzas y temores milenarios a la definitiva perdida de la identidad.
Para curiosear: Historia del Lesbianismo
También para curiosear: Clomplícites Féminines
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