Trastos, calamidades, cachivaches y palabrería

L´espai desert

lunes, abril 09, 2007

Caricias


Dicen que los hombres son insensibles al sentimiento, pero hay veces como dice alguien que conozco que me pongo moña. Moña es algo así como sensible, sensiblero, sentimental, tierno. Un osito de peluche. Uno espera demasiadas cosas, también uno se retrae en dar una imagen vulnerable. ¡Vaya!, aquí está en señor intelectual el que escribe cosas trascendentes el que parece seguro de si mismo, el que no tiene pelos en la lengua, el descarado, insolente ,impertinente, atrevido, provocador, el egocéntrico, el interesante (o eso se cree) el sabelotodo, el engreído. Resulta ahora que tiene necesidad de caricias; no de acariciar, sino de que le acaricien. No le bastan las manos para acariciar el teclado y que las palabras le acaricien a su vez. Las manos. El secreto estás en ellas. Que expresión sobre la gente ajena, sobre el cuello, los hombros, el brazo, la cintura...pero hemos rebajado la caricia al masaje. Acaso porque pagando, nos da menos vergüenza que alguien aborde y roce nuestros limites. Olvidamos que nacemos envueltos en la piel, expuestos dentro de ella; que padecemos hambre y sed de piel. No hay detergente mejor que las caricias, salvo que haya una herida por muy cicatrizada que parezca, y yo necesito lavar mi piel, preservar mi piel, proteger mi piel de cicatrices venideras. (Custardoy)

William Faulkner en Las palmeras salvajes hizo decir a uno de sus personajes: "Si tuviera que elegir entre el dolor y la nada,elegiría el dolor". Quizá la sensación de no saberse amado, de no tener nada, de vivir en un vacío emocional, intelectual y sensorial es mucho peor que el dolor que, de alguna forma, nos dice que estamos vivos. Pocas veces nos paramos a pensar que la vida es un intercambio que se produce a muchísimos niveles, no sólo en lo económico o a través de los procesos de comunicación, sino también mediante los estímulos, los signos de reconocimiento positivos o negativos que recibimos de los demás, sea en forma de caricias, miradas, gestos, broncas, gritos o silencios. Todos moldean nuestro paisaje interior y nuestra manera de entendernos, de construir una imagen del mundo y de dar un sentido a la vida.
• Hace ya más de veinte años, Claude Steiner, a partir de sus observaciones clínicas en el ejercicio de la psicoterapia junto conel legado que le dejó su maestro Eric Berne, construyó una interesante teoría que denominó "la economía de caricias". Bajoeste concepto, Steiner y muchos otros han investigado los efectos que ejerce sobre el ser humano el crecer y vivir en abundanciao escasez de signos de reconocimiento que, para resumir, llamaremos caricias.
• Es obvio que no sólo vivimos de pan, ni de aire ni de agua. Para sobrevivir, para crecer, necesitamos el afecto, la ternura, lacaricia, la mirada, la palabra, el gesto, el contacto del otro. Somos seres sociales por naturaleza. Ya desde la fragilidad de nuestrasprimeras horas nos manifestamos como la especie que mayor necesidad tiene de que alguien le ampare y le dé afecto. Inclusohay quien sostiene que existe una necesidad innata de ese amor. Hoy, las evidencias científicas aportadas en el siglo XX por los doctores Chapín, Banning, Spitz, Bowlby y otros nos muestran que no sólo necesitamos la caricia del otro, sino que sin ellas nos sentimos mal hasta el punto de poder enfermar e incluso morir.
• Estos especialistas han demostrado con años de rigurosa investigación que la falta de caricias, entendidas en un sentido amplio, más allá del gesto o del roce de piel con piel, pueden provocar en el recién nacido un retraso en su desarrollo psicológico y una degeneración física tal que le lleve hasta la muerte a pesar de tener el alimento y la higiene que, en teoría, asegure su supervivencia. El hambre de estímulos tiene tanta influencia en la supervivencia del organismo humano como el hambre de alimentos. Cuando un ser humano no recibe la cantidad rnínima adecuada para su supervivencia, entra en un proceso de enfermedad y muere, y esto puede ser válido a cualquier edad.
• Hay sin duda una correlación positiva entre la ternura, el cuidado, el afecto y la atención con el desarrollo psicológico, emocional, intelectual y físico. Nacemos hombres y mujeres, pero devenimos humanos gracias a la caricia, al estímulo, la ternura,la compasión, la gratitud, y también al límite necesario que se administra desde la disciplina que busca el bien común. Leo Buscaglia, en su bello libro "Amor. Ser persona" afirma: "A pesar de que el niño no conoce ni comprende la dinámica sutildel amor, siente desde muy temprano una gran necesidad de amar, y la falta de amor puede afectar a su crecimiento y desarrollo e incluso provocarle la muerte". También hoy sabemos que la falta de amor es la causa principal de una buena parte de las enfermedades psicológicas, que van en aumento en Occidente: desde la angustia, la depresión o la neurosis e incluso las psicosis nacen, en mayor o menor medida, de esta carencia. Sin el trato amable no se satisface una necesidad fundamental que nos permite seguir sintiéndonos bien, experimentar la alegría, desarrollarnos: sin amor es más difícil crecer. Pero yendo más allá, las ideas que Steiner refleja en su libro "Los guiones que vivimos" apuntan a direcciones muy interesantes: las caricias son imprescindibles para sobrevivir, concluye este especialista; si no las recibimos, se pone en marcha un mecanismo de supervivencia instintivo que nos lleva a demandarlas -a menudo de manera inconsciente- a cualquier precio. Bajo esta premisaestamos dispuestos incluso a recibir "caricias negativas" antes que no recibir ninguna, o, parafraseando de nuevo a Faulkner,preferimos el dolor a la nada, la bofetada a la ignorancia, el desprecio a la indiferencia, el grito a la apatía. A partir de este mecanismo es cuando se pueden comprender determinadoscomportamientos humanos que van desde el masoquismo hasta la rebelión gratuita. Por ejemplo, el niño que se rebela reiteradamente y sin motivo aparente quizá lo que hace es buscar la atención de unos padresausentes. Quizá el pequeño, con su comportamiento agresivo, rebelde, transgresor, hace una llamada exasperada para que éstos le marquen un límite o, aún mejor, para que estén por él de verdad.
• También se ha estudiado que buena parte de la mala suerte que tienen los gafes, especialmente las circunstancias adversas que se repiten de forma similar en una misma persona a lo largo del tiempo -accidentes, olvidos, distracciones, etcétera-, acostumbran a ser el resultado de un comportamiento inconsciente y repetitivo cuya motivación final, también inconsciente, es generar la atención de un entorno que, mayoritariamente, ignora al gafe en cuestión. "¡Estoy aquí, mira lo que me ha pasado! ¡Pobre de mi! ¡Mírame!" sería el mensaje de fondo que habría tras el enésimo tropezón en la misma piedra del triste cenizo.
• Pero no sólo sufre quien no recibe caricias, sino también quien no las expresa. En una investigación realizada en la Universidad de Stanford dirigida por James Gross, se concluye que suprimir la expresión de las emociones conlleva altos costos psicológicos, sociales y de salud. A partir de esta investigación, las personas que no suelen manifestar sus emociones son más infelices y se sienten más aisladas. Es más, aparentemente la supresión de la expresión de estas emociones no reduce y hasta puede aumentar la experiencia de emociones negativas, como disgusto, ansiedad, tristeza y vergüenza. Por eso, los individuos que suelen suprimir la expresión de sus sentimientos, generalmente manifiestan más experiencias negativas y menos positivas. Además, la falta de expresión de los sentimientos genera mayor estrés psicológico, tanto en quien suprime su expresión como en la persona con quien interactúa (en los estudios, éstos mostraron un aumento de la presión sanguínea). Por otra parte, la no expresión de las emociones se asocia a una baja de la inmunidad fisiológica. Y es que sin duda necesitamos de los demás. Hay un intercambio fundamental más allá del económico y que es el principal motor de la vida, un intercambio esencial a partir de la cual se construye la esperanza y el sentido de la vida: el intercambio de caricias. Álex Rovira Celma. En El País Semanal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"...las manos son un puente echado por encima de las distancias... una distancia que ninguna obra suprime ni trasciende... son el intervalo que separa a las conciencias...unas de otras ...la distancia explorada por la mano... la dramática experiencia de la separación... el tacto ....el único sentido que va en busca con una acción que jamás puede adelantar... el tacto palpa ...acaricia...es voluntarioso... el deseo de seguir una superficie ... de adaptarse a una forma... nunca conlleva enfrentamiento ni antagonismo... lejos de todo ello... se ausculta el cuerpo extraño....una mano que palpa explora ... tantea una consistencia... roza una superficie... ciñe un volumen... sopesa un peso... descubre o aprecia un calor... el ojo puede ver sin ser visto... el oído oye sin que lo oigan... la mano no puede tocar sin ser tocada... el yo va hacia el otro y vuelve hacia sí mismo... es allí donde se encuentra toda la distancia del mundo"
Jean Brun

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