La Iglesia recalifica el limbo
Había un problema y se ha solucionado. Los teólogos católicos, preocupados porque cada vez hay menos bautizos, han decidido eliminar el limbo, esa entreplanta del más allá donde iban los bebés que morían sin expiar el pecado original. El origen del invento se lo debían a San Agustín, que ya asustó en el siglo V con que los niños que mueren sin bautizar van al infierno. Eran otros tiempos y había que ampliar mercado. Tres siglos más tarde, como lo de vaya usted al infierno sin pasar por la casilla de salida sonaba demasiado bestia, demasiado ‘antiguo testamento’, el Vaticano decidió inventarse un lugar menos cruel donde aparcar las almas de esos niños muertos sin más pecado que el de Eva. Y así nació el limbo.
No he encontrado cálculos exactos de cuántas almas inocentes ha acumulado en todos estos siglos ese siniestro lugar equidistante entre el cielo y el infierno (¿Seseña?), pero seguro que no han sido pocas. En el mundo anterior a la antisepsia y la penicilina, morir durante el parto era un suceso cotidiano, de lo más normal. Hoy la tasa de mortalidad perinatal es baja en el primer mundo pero sigue siendo un gravísimo problema en los países pobres. Aunque no se crean que la Iglesia ha decidido cargarse el limbo para corregir esa injusticia con los pobres niños que mueren por el tremendo pecado de nacer en el tercer mundo. No: a la Iglesia le han entrado las prisas para hacer obras en el mas allá por culpa del aborto y del ateismo relativista.
La Congregación para la Doctrina de la Fe, la sucesora de la Inquisición, ha publicado un histórico documento en el que se caen del limbo al considerar que se trata de un "problema pastoral urgente, ya que cada vez son más los niños nacidos de padres no católicos y que no son bautizados" y también "otros que no nacieron al ser víctimas de abortos". Los doctores que tiene la Iglesia reconocen que en la Biblia por la ele de limbo no les viene nada. Dicen también que “la gracia tiene prioridad sobre el pecado y la exclusión de niños inocentes del cielo no parece reflejar el amor especial de Cristo por los más pequeños”. No aclaran por qué han tardado tanto en descubrir que Dios es amor y que a los niños los quiere todo dios y si eso significa que, contra el dogma, la Iglesia también se equivoca.
Pese a la claridad y la apabullante lógica con la que se explican los teólogos, que también han aprovechado la ocasión para reivindicar lo suyo como “ciencia de la fe”, me siguen quedando algunas dudas. ¿Qué hará la Iglesia con el terrenito? ¿Cuántos pisos caben en el limbo? ¿Para cuándo una recalificación del purgatorio? Si Dios es omnipotente y todopoderoso, ¿puede crear una roca tan pesada que ni él mismo pueda levantarla? (Escolar.net)
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