Vitrine à Potsdam (Allemagne), mai 2005.Cliché de Jean Lacrouts, aimablement communiqué par l'auteurpour le site du Centre Flaubert.
La vida de Flaubert no es monocorde; antes bien, es rica, profunda y varia en matices y sensaciones. Su misantropía y los largos períodos de reclusión voluntaria -sin los cuales no habría dejado la obra que hogaño gustamos-, no malogran su facultad preponderante: la simpatía social y humana que distingue a todo ser humano y civilizado. Bien lo demuestra cuando le da treguas a la benedictina labor y pasa los inviernos en París, o invita a sus amigos de elección a que le acompañen en Croisset. Esos intervalos son verdaderas fiestas de la amistad, del ingenio y de la paradoja. El huraño se entrega llana, sincera y abiertamente, y es capaz de comunicar una alegría con el mismo acento fraternal con que dulcifica una tristeza ajena. Odia, eso sí, la grosería burguesa y sus frutos inevitables: el cáleulo, el culto de las personas que gastan o mandan, el desdén hacia las cosas del espíritu, el plebeyismo en las admiraciones y antipatías. Para Flaubert, burgués «es el hombre que piensa bajamente».
1 comentario:
Las mentes burguesas...esas que establecen normas de conducta solamente hacia los demás...liquidan todo instinto primario...no buscan...ahuyentan la sinceridad... prejuzgan y condenan ...son la paradoja del miedo...se alejan de lo valiente...aceptan criterios ajenos como principios y sólo son capaces de traicionarse de la misma manera en que cada uno se envilece: procazmente.
Los burgueses acogen cualquier miseria del alma.
Excelente su comentario.
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